Nukus es la capital de Karakalpakstán (República Autónoma dentro de Uzbekistán) y una de las ciudades más sorprendentes del país. Rodeada por los desiertos del norte y situada al oeste de Jiva (Khiva), se ha convertido en un refugio de arte, arqueología y memoria histórica cerca de la zona del desaparecido mar de Aral.
Para muchos viajeros, Nukus es sinónimo del Museo Savitsky, famoso por su colección de arte vanguardista soviético “prohibido”, salvado de la censura y conservado en secreto durante décadas. Pero la ciudad es mucho más: paisajes duros de Karakalpakstán, el silencio del desierto, la espiritualidad de Mizdakhan, y la posibilidad de visitar Muynak, antiguo puerto del Aral que hoy está en pleno desierto.
Si ya conoces las paradas clásicas de la Ruta de la Seda como Samarcanda, Bujará y Taskent, venir a Nukus es ver otra cara del país: menos turística, más directa, con un punto áspero y muy auténtico. Aquí el viaje se vuelve más humano y más crudo.
El Museo Estatal de Arte de Karakalpakstán, conocido como Museo Savitsky, es la joya absoluta de Nukus. Fue creado por Igor Savitsky, un coleccionista que durante la época soviética reunió miles de obras censuradas por no seguir el realismo socialista oficial. Guardó pinturas, bocetos y esculturas “peligrosas” en un rincón remoto del país donde nadie miraba demasiado.
Hoy el museo conserva más de 50.000 piezas, incluyendo vanguardia rusa, arte uzbeko temprano, retratos, paisajes del desierto, experimentación abstracta… Es considerado una de las mayores colecciones de arte de vanguardia soviético fuera de Moscú y San Petersburgo.
Visitarlo es emocionante porque no es solo “ver cuadros bonitos”. Es entender cómo artistas de Asia Central y de la entonces URSS arriesgaron su carrera —y su libertad— para pintar algo distinto. Es historia política y cultural al mismo tiempo.
Consejo: si viajas con guía local en español (podemos ayudarte desde la página de contacto), la visita gana mucho. Te explican qué obras eran consideradas peligrosas y por qué.
Aunque Nukus como ciudad moderna se desarrolló en el siglo XX (especialmente desde los años 30 bajo la administración soviética), la región de Karakalpakstán tiene raíces históricas muy antiguas. Aquí estuvo el territorio de Khorezm, un antiguo estado oasis que también abarcaba lo que hoy es Jiva (Khiva) y otras fortalezas de barro perdidas en el desierto.
En los alrededores de Nukus se pueden visitar restos arqueológicos —fortalezas, murallas de adobe, ruinas medio tragadas por la arena— que cuentan la historia de rutas caravaneras y asentamientos agrícolas que sobrevivieron en un entorno extremo.
La huella soviética es clara en la planificación urbana: avenidas anchas, edificios administrativos monumentales, barrios residenciales construidos en serie. Para quien le interese la estética “URSS tardía”, Nukus es una cápsula del tiempo.
Esta mezcla entre arqueología antigua y pasado soviético reciente es rara dentro de Uzbekistán. No es la misma narrativa que escuchas en Samarcanda (Timur, madrasas, cúpulas azules). Aquí es frontera, control militar, exploración científica del desierto y, más tarde, crisis ecológica.
A pocos kilómetros de Nukus está la zona de Mizdakhan, considerada uno de los lugares más espirituales de Karakalpakstán. Es una combinación de necrópolis histórica, mausoleos islámicos, tumbas veneradas y ruinas antiguas asociadas a tradiciones locales.
La gente viene a rezar, pedir protección y dejar ofrendas. Es un sitio que mezcla el islam centroasiático con creencias más antiguas, casi legendarias. Hay relatos que lo conectan con figuras míticas de Asia Central e incluso con el imaginario persa antiguo.
Visualmente es impresionante: colinas áridas, ladrillo crudo, cúpulas bajas, viento seco. Si tu plan de viaje es fotografía con ambiente “post-apocalipsis” o “misticismo del desierto”, este lugar te va a encantar.
Recomendación práctica: ven con ropa que cubra hombros y rodillas. No es un parque turístico tipo Bujará, es un lugar de devoción real.
Desde Nukus muchos viajeros hacen una excursión hasta Muynak, que era un puerto pesquero a orillas del mar de Aral. Hoy el agua se ha retirado decenas y decenas de kilómetros. Lo que queda es el llamado cementerio de barcos: cascos oxidados en medio del desierto, testigos de una de las mayores catástrofes ecológicas del siglo XX.
Ver Muynak duele. No es una excursión bonita. Es una excursión importante. Ayuda a entender cómo la desviación masiva de los ríos para regar cultivos (especialmente algodón) transformó un mar interior en polvo salado y tóxico.
En Muynak también hay un pequeño museo del Mar de Aral con fotos históricas, mapas, testimonios orales y objetos de la época en la que la pesca daba empleo a toda la ciudad.
Desde la perspectiva de viaje responsable, venir aquí y contratar guías locales, comer en un pequeño café familiar, comprar agua/comida allí, es una manera de apoyar económicamente a comunidades que tuvieron que reinventar su vida tras perder el mar.
A primera vista Nukus puede parecer sobria: avenidas anchas, bloques de apartamentos soviéticos, cafés sencillos. Pero si miras con calma verás mercados llenos de melones, pan tandoor, pescado seco y especias locales, verás puestos de artesanía karakalpaka con bordados y gorros tradicionales, y escucharás varios idiomas: uzbeko, karakalpako e incluso ruso.
La identidad karakalpaka es fuerte y distinta dentro de Uzbekistán. La música, la forma de vestir en fiestas familiares, ciertos patrones bordados… todo cuenta una historia propia.
A nivel práctico, Nukus tiene bancos, hoteles básicos, restaurantes locales y servicios necesarios para continuar viaje hacia el norte del país o hacia el oeste, en dirección a las zonas más remotas de Karakalpakstán. Es una base logística real, no sólo un destino turístico.
Si quieres fotos con gente local, pide permiso siempre. La hospitalidad aquí suele ser directa y sincera, pero también muy orgullosa.
Puedes llegar a Nukus en avión interno desde Taskent, la capital de Uzbekistán. Es la forma más rápida para saltar directamente al noroeste del país sin pasar días en carretera.
Otra opción popular es hacer ruta por tierra desde Jiva (Khiva) o incluso desde Bujará, avanzando hacia el oeste. Es un viaje largo atravesando zonas desérticas, pero tiene una cosa buena: ves el paisaje volverse cada vez más árido hasta llegar al territorio karakalpako.
Desde Nukus puedes contratar transporte local para ir a Muynak y al antiguo litoral del Mar de Aral. Normalmente se hace en coche con conductor, con paradas para fotos en miradores, cementerios de barcos y aldeas.
Dentro de la ciudad, moverse es sencillo con taxi local. Las distancias son relativamente cortas y el tráfico es menos caótico que en Taskent.
El clima en Nukus y en general en Karakalpakstán es continental y extremo: veranos muy calurosos y secos, inviernos fríos con viento. Si vas a hacer excursiones al desierto o a Muynak, lleva agua suficiente, protección solar, gafas, algo para cubrir cabeza y cuello, y ropa que aguante polvo y arena.
A nivel de seguridad para el viajero, la zona suele ser tranquila, pero recuerda que estás lejos de los centros turísticos clásicos como Samarcanda o Bujará. Aquí las distancias son largas y los servicios (gasolina, comida caliente, baños) a veces escasos. Planifica con sentido común.
Respeta siempre los lugares sagrados (por ejemplo, en Mizdakhan) y evita comportamientos tipo “selfie encima de las tumbas”. Para la población local esos sitios no son ruinas, son espacios espirituales vivos.
Y último punto clave: aprende unas palabras básicas en uzbeko o incluso en karakalpako (saludos, gracias). A la gente le encanta el esfuerzo y la respuesta suele ser una sonrisa enorme y una invitación a tomar té. Esa cercanía humana es la verdadera recompensa de viajar tan lejos.
¿Quieres organizar un circuito que incluya Nukus, Muynak, el Mar de Aral y luego bajar hacia Jiva (Khiva) o Bujará? Escríbenos en contacto y te ayudamos con traslados, guía en español y paradas fotográficas clave.